Información y subjetividades
El médico recién graduado y haciendo honor a su título lleva en su ética profesional palabras que promete en su jura. Entre la extensión de su fé subrayamos: “Ejercer su arte con conciencia y dignidad”.
Es cierto e innegable que en mayor o menor medida todos, en algún momento, buscamos información en buscadores. Quien esté libre de pecado que arroje la primera tecla.
La medicina bien entendida -y con carácter de seriedad- siempre debe ser interpretada bajo el conocimiento de un profesional.
Acudir a un buscador es tentador y resulta impresionante porque por un lado tenemos la Biblioteca Cervantes y pegado una revista que habla de moda. No está mal que así sea, pero debe tenerse cuidado con la información subida y con lo que se hace con lo que se encuentra.
Tenemos que prestarle atención y detenernos a pensar quién se encarga de hacerlo y si eso que leemos es certero. ¿La persona que escribe esa nota está capacitada profesionalmente para hablar sobre medicina?
Supongamos que ya contamos con la “información” pero no con la fuente en la mayoría de los casos. Por lo tanto ahí emerge la duda y termina siendo riesgoso sobre todo cuando quien busca respuestas inmediatas está en un momento de desesperación.
Si en una de esas llegase a aparecer un síntoma en el cuerpo es muy común pegar el salto y lanzarse al océano llamado Dr. Google. Así es que de inmediato llega un diagnóstico -como en automático- y se piensa en tener tal o cual patología.
Un portal de salud tiene que estar validado científicamente por alguna entidad oficial. En tentativa de despejar dudas puede ser útil siempre que esté en línea recta con tener una cita con un médico, lugar donde se presentan las inquietudes y se aplica el conocimiento verdadero.
En resumen, sólo los portales oficiales y gubernamentales aproximan referencias serias. Aun así la única legitimación se da en la interacción entre el médico y el paciente en una consulta como corresponde.
