Frente del sanatorio de la Trinidad de Palermo.
Notas de Interés

Calidad médica y humana

A veces la salud juega una mala pasada, sin embargo siempre hay alguien bien dispuesto a acompañar en esos momentos tan difíciles.

La frase “la realidad supera la ficción” suele quedar pequeña a la hora de hablar de algunos hechos cotidianos. Esto que decimos tiene amplia relación con ese momento de la vida en el que se toma la decisión de elegir un destino profesional, tenga en su objetivo la ayuda al otro.

Para ello es indispensable sobresalir con una característica que se torna fundamental: ser
empático y ser sensible aunque requiere ser fuerte al mismo tiempo.

Hablamos de empatía y contención porque hace muy poquito supimos que en el
Sanatorio la Trinidad Palermo la esperanza camina por los pasillos y lleva en alto la
profesión de enfermero.
Sucede que Héctor, tal es el nombre de un protagonista de esta historia, tiene una gran
vocación de servicio cuyo sello dice humanidad. Él no sólo le controla la presión a los
pacientes, se fija cómo saturan o los acicala, por ejemplo. Héctor pone el corazón cuando alguien pierde la sonrisa o la mirada se le opaca.
Zahira es otro nombre importante en esto que contamos. Ella es quien recibe la cura que le regala este enfermero que alguna vez pensó en ser sacerdote.

Hasta aquí puede sonar una historia común o una historia más. Sin embargo no lo es.
A Zahira le diagnosticaron una enfermedad en el cerebro que la llevó a someterse a varias cirugías. Por eso, no es difícil comprender lo que significa una cama en una terapia intensiva, un diagnóstico y repetidas intervenciones quirúrgicas para una persona joven, de tan solo 27 años.

Así es que unos días atrás mientras ella estaba en su habitación, quizás en esos estados
donde la tristeza toma el cuerpo entero, aparece un enfermero ¿más? Pues no, es el
enfermero de turno que trabaja de un modo particular.
A la par de bañarla, hacer todo el control asignado o dándole la medicación correspondiente, Héctor acompaña su tarea cantando.
El día en que él ingresó en esa habitación ya tenía elegida la canción para Zahira: Once mil, de Abel Pintos.
La escena que sigue este relato está impregnada de sensaciones que mueven los
sentimientos más profundos y sensibilizadores. Cuando se trata de ayudar él sabe que esta forma de trabajar es un elemento importante en el tratamiento. Valida dar amor como cura.
Recuperar una sonrisa de un paciente es parte de un trabajo profesional sensible, también.
Ponerse en el lugar del otro para alivianar el sufrimiento es de una enorme humanidad y de esos temas Héctor conoce muy bien.

Por esto mismo, vemos que Julio Fraomeni, no toma decisiones al azar. Su recorrido de vida y profesional hacen que los sanatorios de su grupo estén conformados por gente como Héctor: un enfermero que calma el sufrimiento con una pizca de amor.

Y como dice esa canción de Fito Páez: “¿quién dijo que todo está perdido?, yo vengo a
ofrecer mi corazón
” Sin duda Héctor lo ofrece día a día.